Los terremotos del pasado martes (tres seguidos, alrededor del 4 de la escala de Richter) y sobre todo las historias de la gente que ha pasado la noche en la calle me han recordado el terremoto de mi infancia, uno de los episodios más excitantes que recuerdo, en esas contradicciones propias de la inconsciencia infantil.
Debía ser el 68 o el 69, lo sé porque ya era suficientemente mayor para observarlo todo con interés y porque todavía vivía en Tetuán con mis padres, por lo tanto antes de que en septiembre del 69, con diez años, me fuese a estudiar a Tánger.
Fue un terremoto muy fuerte. Yo no lo sentí, aunque recuerdo perfectamente el sonido de la persiana que mi madre levantó de golpe al lado de mi cama. Y cuando abrí los ojos, mi tía Julia, que dormía en la cama de al lado, estaba de pie, sobre la cama, con los brazos en cruz y cara de pánico.
El terremoto debió ser de envergadura, y probablemente se sintió más en aquel edificio estrecho, largo y alto (seis pisos eran bastantes para la época), que eran los Pabellones de Aviación, un edificio alto que, además, no tenía más base que unas columnas.
El caso es que al momento todas las familias estábamos en la calle, incluso la mía, con mi abuela bajando las escaleras con sus muletas, por miedo a coger el ascensor. Alguien sugirió que fuésemos al Tiro de Pichón, un sitio despejado, sin construcciones altas, y en el que estaríamos a salvo.
Recuerdo aquello como una fiesta, medio Tetuán (el Tetuán “español” digamos, y el Tetuán “bien”) debió pensar lo mismo, y los salones del Tiro de Pichón se llenaron de hombres y mujeres en camisón y bata, pijama y bata. Extrañamente, el ambiente que recuerdo era de fiesta. No sentí el miedo, aunque seguramente aquella euforia, aquella excitación de gente bebiendo y riendo hasta el amanecer provenía del susto que habían pasado.
Yo me lo pasé bomba. Había otros niños, pero yo me recuerdo sobre todo paseando entre la gente y observando, desde la superioridad que, además, me daba el ir vestida de calle. Mi padre y yo éramos, curiosamente, los únicos vestidos con ropa de calle, ni a él ni a mí nos debió parecer decoroso salir en pijama, ni siquiera ante el peligro de que la casa se nos cayese encima.
Aquella fiesta duró hasta el amanecer, recuerdo volver a casa ya de día. Con las prisas se habían dejado las llaves dentro. Hubo que romper la pared para abrir el cerrojo. Yo mientras me fui a dormir con mi amiga Chiqui, una diversión más para terminar aquella noche excitante.
Al día siguiente (ese mismo día en realidad) todas las conversaciones giraron en torno al terremoto, pero no sólo al nuestro, había muchos recuerdos del terremoto de Agadir, un terremoto terrible que prácticamente había destruido la ciudad diez años antes. ¡Había sido el mismo día! Todo el mundo se tomó aquello como un mal presagio, en Agadir el terremoto fuerte fue una réplica de uno primero más suave.
Y aunque Agadir está a más de mil kilómetros de Tetuán, teníamos conocidos que habían vivido el terremoto. Se contó que nuestra vecina francesa había perdido a su hijo, un bebé que dormía al lado de su cama; contaron cómo la tierra se abrió y engulló un hotel moderno a pie de playa.
Serían ciertas o no, pero las historias corrieron a cientos por la ciudad. Llegamos a la noche en un estado casi de pánico. Varias familias pensaron que el terremoto se podía repetir, y decidieron ir de nuevo al Tiro de Pichón. ¡Qué divertido, me esperaba otra noche de fiesta!
El desencanto fue grande, el Tiro estaba cerrado, sólo había algunos coches con familias apretujadas dentro. Hacía frío. Volvimos a casa al cabo de un rato.
Durante varios meses me acosté todas las noches dejando al pie de la cama la ropa preparada, lista para salir corriendo.
Epílogo:
Como me ocurre siempre que escribo algo según mis recuerdos, me pica la curiosidad y ahora que internet nos lo facilita, me pongo a buscar.
Efectivamente el terremoto fue en 1969, concretamente el 28 de febrero, nueve años menos un día después del de Agadir. Y fue muy fuerte, según los datos oficiales con una magnitud de 7,5 en la escala Richter. En Marruecos hubo once muertos.
Ahora que he sentido cómo se mueve una casa (baja) con un terremoto de 4,3 comprendo el miedo que debieron pasar quienes lo sintieron.
Pero también me extraña que con esa magnitud no se cayese la ciudad entera. Supongo que los efectos de un terremoto no sólo dependen de su intensidad sino también de la profundidad a la que se produce y de la cercanía. En estos días hemos aprendido mucho … Los de Granada han sido muy poco profundos.
Aquellos maravillosos años…
…en que todo el mundo todavía usaba pijamas y batas.
Hoy en día se habrían tenido que vestir todos o si no salir a la calle medio desnudos.
Visualizo el Tiro Pichón ese día como una gran reunión de gente bien pero fuera de contexto a lo «El Angel Exterminador.»
Creo que hubo un terremoto en Tetuán de noche. Yo era estudiante en la Academia de Bellas Artes, y vivía en el tercer piso, alquilaba una habitación en el piso de una buena persona, quien era viuda. Estábamos escuchando radio desde España, de repente la radio cayó de una mesa, y claro lo que siguió era un pánico, la tuve que ayudar a bajar todas esas escaleras, la verdad yo no podía ni hablar. La calle ya estaba llena de gente, lo recordare toda mi vida.
Gracias por tu comentario, creo que quienes lo vivimos no lo olvidaremos nunca.