Mientras las primas Maroto y la tía Felisa vivían en Tánger, los Pastor seguían viviendo en Tetuán, en la conocida como “casa Parrés”, otro de los escenarios que estuvo siempre presente en las historias que se contaban en la familia. También allí había mucha gente, «veintiocho pisos» decía siempre mi madre, «veintiocho familias». Y por entonces cada piso lo ocupaban muchas personas, matrimonios con varios hijos, pero también una abuela, un primo, todo aquél que necesitase una casa.
La casa Parrés se conocía así por el nombre de su propietario, que era también el jefe de mi abuelo. El edificio, una vez más de ese estilo neo-árabe tan presente en el Tetuán colonial, estaba al final de la entonces llamada calle de la República (hoy Mohamed V) y se terminó de construir en el año 32. Es fecha cierta porque mi abuela estaba embarazada de su hijo Federico, y el dueño mandó que terminaran un piso para que la familia se pudiera mudar cuánto antes. Contaban que llegaron a un edificio que aún estaba en obras, en el que las escaleras no tenían barandillas ni los demás pisos tenían paredes.
Desde 1932 hasta 1964 mi familia vivió en aquella casa, primero mis abuelos con sus hijos, luego, una vez que mataron a mi abuelo, vinieron a sumarse los realquilados. Supongo que cuando mi madre y sus hermanos empezaron a trabajar desaparecerían estos realquilados.
En el año 1958 se casaron mis padres y se quedaron a vivir en el mismo piso, con mi abuela y la hermana de mi madre, la que se convertiría en la tía Julia. Fernando se había casado unos años antes y Federico pudo irse a Madrid, a estudiar Perito de Telecomunicaciones mientras seguía trabajando.
En el piso de la casa Parrés quedaron mi abuela, Julia, mi madre y mi padre. En 1959 nací yo, y cinco años después, en 1964, nació mi hermano Sergio.
Y cuando Sergio tenía nueve meses nos fuimos los seis a vivir a lo que entonces se conocía como Pabellones de Aviación y desde donde en enero de 2020 empecé a escribir esta historia.
De la casa Parrés conservo muchos recuerdos, tenía cinco años cuando nos mudamos y ya es edad para tener un pequeño almacén de recuerdos.
Era una casa de vecinos en el más completo sentido de la expresión. Las familias que allí vivían (entonces todas españolas) tenían mucha relación entre sí y los niños íbamos de una casa a otra.
A mí me gustaba mucho ir a casa de Vicen, Vicenta, una amiga de mi abuela, una señora alegre, jovial, con una mano extraordinaria para los animales. Había criado a un pajarito que volaba libre por la calle pero volvía a su ventana a comer de su boca. También recuerdo ir con ella de “excursión”. Me ponía un pañuelo en la cabeza y junto con su perrita y una cestita digna de Caperucita Roja íbamos a llevarle la comida a su marido, que trabajaba en una gasolinera BP que había en La Aguada, en lo que entonces eran las afueras de Tetuán.
También eran muy divertidas las meriendas que organizaban mi madre y su vecina María Luisa en los dos balcones colindantes, en las que se pasaban roscos y bizcochos a través de los barrotes de separación mientras los niños jugábamos en un espacio diminuto.
Con el paso de los años mis padres alquilaron también otro piso en la misma planta para completar el de siempre que se había quedado pequeño. Allí dormíamos mis padres y yo. En mis ojos aún conservo la luz de la mañana pasando a través de los cristales de colores de las ventanas.
También tengo un vago recuerdo de los primos Sabater en aquel piso, en unas vacaciones en que vinieron cuando ya vivían en Madrid, un recuerdo que casi se me había borrado y que recuperé hace poco, viendo una foto en casa del tío Rodolfo.
En ese piso mi padre también tenía un despacho. Y por lo visto, allí reconstituyó una agrupación del Partido Socialista. Ya era Marruecos independiente pero aún seguía siendo peligroso para un español dedicarse a esas cosas. Y una vecina, con medias palabras, avisó a mi madre de que todo se oía a través de las paredes y de que también lo podía oír el chivato que vivía debajo.
Sigo entusiasmada con tu historia Milagros. La foto que insertas deduzco que es la casa Parrés, por el estilo arabesco. ¿Se mantiene en la actualidad?.
Me la imagino como una casa de vecinos con buenas relaciones entre todos y muchas anécdotas vividas. A pesar de lo pequeña que eras, de nuevo me impresionan tus recuerdos.
La nueva vivienda en los Pabellones de Aviación, ya sí la tengo más presente, pues en Navidad os enviaba felicitaciones allí a vosotros (Julián,Milagros,Matías y Lucas) y a tus padres Manolo y Milagros
La «Casa Parrés» sigue existiendo, de hecho la foto que acompaña a este capítulo es una foto reciente.